martes, 17 de diciembre de 2013

Crónicas del Fin del Mundo -- Reencuentros (I)


HORA ESTELAR: 21.40.    -16 DÍAS ANTES DEL FIN DEL PLANETA TIERRA-

Al descender con mi cápsula en las inmediaciones de Greenwich iba pensando en que me había dejado algo por hacer en Alfa Centaury, quizás tenía que ver con la última conversación con la Princesa Anawik, y justo en ese momento el sonido de la alerta de aterrrizaje me sobresaltó y me dí cuenta de que estaba comenzando la maniobra de atraque, dos de las turbinas llevaban fallando desde que choqué con aquellos asteroides en el frío de Urano, así que había que ser cauteloso, era imperativo que la maniobra fuera rápida y precisa. Sin embargo, la transmutación de los protones de popa provocaron un rebote gravitatorio más agitado que de costumbre y tras un montón de ruido emitido por la contrainercia (entre ellos mis propios gritos) encontré un segundo de silencio justo antes de que la voz del ordenador central me indicara que habíamos llegado. Me puse el traje de exploración y me preparé para acudir a mi cita con aquellos dos cazarrecompensas con quien tantas cosas había compartido.

Al llegar al local, dudé durante un instante, demasiados ojos puestos en mí al entrar pero ninguno los que busco ¿sería una trampa? ¿habría sido capaz de localizarme el Treximp y seguirme? No era probable, aún no, pensé al tiempo que me tranquilizaba y seguía hacia el fondo de la barra. Me fijé en que el estrecho comedor ya estaba lleno de gente y en que habían cambiado a los camareros desde la última vez que estuve allí. De repente, noté un click a mi espalda, algo me apuntaba, un doble láser azul intenso y frío, había cometido el el error más común, algo estúpido viniendo de alguien con mi experiencia, no había revisado el acceso de las escaleras y ahora algo me apuntaba desde abajo, me dí la vuelta despacio y allí estaba, subiendo hacia mí con el doble laser apuntándome.  traté de distinguir en la oscuridad al portador del arma y un instante después me dí cuenta de que era uno de los cazarrecompensas con los que habia quedado y recordé que en su planeta Natal  esa era una de las formas habituales de dar la bienvenida, a través de una pequeña broma que sirviera de recordatorio "siempre alerta..."

Me senté en la mesa y casi atrincherado presenté mis credenciales antes de saber si la reunión iba a ser hostil y llena de egos vanos (como me había pasado tantas otras veces) o por el contrario iba a encontrar lo que buscaba, viejos amigos alrededor de una mesa... Trémulamente comenzamos a hablar con cautela, hasta que de repente, después de un par de bebidas de lúpula, me descubrí descuidando lo más profundo de mi ser y recordando viejas aventuras hasta que unos minutos después todos nos reconocimos de nuevo y asumimos que ninguno éramos clones ni ciborgs. Y como si el tiempo no hubiera pasado, como si fuera a sonar el timbre de la nave nodriza donde nos entrenamos y tuvieramos que salir al exterior, nos miramos a los ojos de nuevo, la verdad sin palabras, las voces las mismas... Entre lúpulas saludamos en la lejanía a los que aún llevan máscara y se esconden, criticándoles con sonrisa y cierto paternalismo (ese que te dan las canas), soñando despiertos con la posibilidad de que las ondas o algún sistema espía les transmitan el mensaje en forma de susurro y al fin dejen de preocuparse por la opinión de los demás. Y el resto es lo de menos, mucho de esto, algo de aquello y nada de lo que sobra...

Así fue pasando la noche, los roles claros, los valores, preocupaciones y sueños también.

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