martes, 17 de diciembre de 2013

Meretrices y Nóbel de la Paz

Dices que no cuando es sí. Escalas la duda de tí mismo y te aferras al sinfín de opiniones que dejas que te viertan encima, junto con el resto de la basura. Pero es habitual, y por ello aceptable. ¿No? Sin embargo no me resisto a andar despidiéndome. Me sobre fuerza, me falta tu olor, pero no tu mirar. Y es que huele a chamusquina, que el nobel de la paz se lo den a Obama, a chamusquina de la chunga. No a esa chamusquina de las hogueras de la Inquisición, que quemó frente a Notre Damme, entre otros, a Jaques de Molay (último Gran Maestre de la orden del Temple) el 18 de marzo de 1314. No, huele a que nos meten gol. Huele a que nos toman el pelo, pero descaradamente. Quizás un día me levante por la mañana y descubra que la política es eso, que no hay más que el poder de la falacia y la ignominia, que la redundancia reiterativa y prosística es la preponderante y que la escuela de los sofistas ganó hace siglos la batalla, pero me resisto. No quiero, y puedo, pero no quiero creer en que las cosas están así. Es que me parece que ganan los malos. Que en esta peli del Planeta Tililín, que es como yo llamo a La Tierra, ganan los malos diabólicos y archirretorcidos. Y no es cuestión de dignificar las causas absurdas (salva al escarabajo rosa de madagascar). Sino de mantener las pocas cosas que hacen que aún creamos en el ser humano. Y hasta el otro día, y digo bien, el nobel de la paz era para mí una de esas cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario