Palabras rimbombantes, salidas del interior, de la memoria infante del estudio entre plastidecor...
y olor a tiza... (Esto último es una metáfora)
Tres veces releí algunas críticas por la noche, no podía ser cierto, hablaban de ello...
A medida que me adentro más y más en el ciberespacio más me doy cuenta de que somos diminutos seres que gritamos para sentirnos escuchados. Unos más que otros... Unos, los que lo hacen porque realmente es su negocio, como todos los vendedores se vuelven pesados y repetitivos al final (igual que los publicistas, que siempre acaban haciendo anuncios para publicistas) pero aun así les terminas brindando cierta "simpatía" porque te han contado absolutamente todo de sus vidas (lo que comen, desayunan, veranean, roncan, sueñan, piensan, etc, etc); y otros, los que lo hacen por el placer que supuestamente la notoriedad y popularidad les otorga, casi al noventa por ciento se acaban volviendo pedantes y "doctrinales". Aunque éstos últimos tienen cura (un diez por ciento aproximadamente) ya que de repente reflexionan y varían el rumbo para bien (por norma general esto sucede cuando releen algo que han escrito con un estado de ánimo diferente al del momento de la "creación divina").
Ejemplo del primero:
"Señores que han pulsado el botón del ascensor tras salir del cuarto A de la calle Leganitos, después de darle un azote en el culo a la parienta, con DNI 39523958 y que ha sonreído y preparado la merienda del niño, que se llama Dionisio, como todos ya sabéis y al que le hemos robado la infancia para publicarla aquí para vosotros y así satisfacer nuestro grave síndrome de Peter Pan"
Ejemplo del Segundo:
"Nunca he comprendido por qué Tchaikovsky se comportó tan duramente aquel 19 de marzo de 1892, como si nunca nadie hubiera usado la celesta... Ay, este Tchaiko es un briboncete..."
Dicho esto y tras comprobar asombrado que la admiración por lo ajeno sigue siendo una horrorosa obsesión del español medio, que a fuerza de desearlo se acaba volviendo extranjero de sí mismo, prosigo con mi exposición:
La notoriedad, o mejor dicho, la singularidad, es un rasgo imperceptible que suele ser parte de un proceso que combina elementos muy diversos.
Por ejemplo: El "humano" más tonto del pueblo, suele llegar a ser alcalde, y tras descubrir lo que significa su cargo, se suele transformar en el mas necio del pueblo.
En este proceso se han combinado varios elementos: Genética (bajo coeficiente intelectual) + Educación (Nula o escasa) + Confusión general (confundir honestidad con falta de inteligencia o ignorancia es habitual) + Corrupción (proceso por el cual un tonto pasa a transformarse en un necio)
Pues bien, en esto del ciberespacio ocurre lo mismo: El más payaso/tonto/soso se convierte respectivamente en el más popular/adoctrinador/cantante de éxito y es por la combinación de una serie de elementos que dependen de factores que por fin hemos descubierto.
Dichos factores, como he comentado antes son:
-Genética: ¿Tú de dónde has salido?
-Educación: ¿Y de que zoo te escapaste?
-Confusión general: Si es amigo de Pepito le agrego y me cae bien.
-Corrupción: a) Primer caso: "Joder ya está el pesado este hablándome de las bondades del Lidl y de por qué debería pasarme por allí a comprar el pan, sobre todo cuando él está de cajero/gerente. b) Segundo caso: " Joder ya está el pesado este poniendo artículos de la New society for knowledge and freedom"
Como veis este escrito no solo es dogmático sino también explicativo, por tanto, sería un ejemplo del caso dos, pero siendo yo un profesional de la escritura (ademas de titiritero) se podría considerar del tipo uno, de modo que estamos ante el nacimiento de una nueva especie. La del tipo tres.cero.uno.dos.
Y así, llegué a la conclusión de que el hombre digital había enviado a la papelera de reciclaje al hombre contemporáneo.
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