EL Urogallo es un ave curiosa, grande y rara, ni gallo del todo, ni uro, esto último sería surrealista... Pero para reírse hay que saber lo que es un uro, y así se hace difícil hacer bromas... El caso es que el urogallo tiene una variedad novedosa, más evolucionada, que he descubierto recientemente en mis viajes telepáticos y que no es otra que el urogallo metropolitano. A este ejemplar habría que dedicarle capítulos enteros de Cuarto Milenio o de Más Allá... Ya imagino a mi querido Iker contando los avatares propios de los afortunados en haber vivido un encuentro con semejante ser, venido de no se sabe dónde... Afortunadamente yo me encuentro entre ellos, y voy a relataros cómo fue mi encuentro con la criatura...
Recuerdo que era un día triste, tanto que las farolas mostraban leves centelleos que a mí me parecieron lágrimas, hasta que mucho tiempo después descubrí a orillas del Duero, en una noche de julio, que el rocío no es sólo el nombre de un sarao religioso. Recuerdo también que cada sonido traía consigo un eco rebotado, entre opaco y frío, que hacía que los camiones de basura sonaran amables y cálidos. Olía a churros, así que debía de ser tarde, o pronto, según sea el sector en el que trabaje el lector (o la lectora), para mí tarde, sin duda. Recuerdo también que en una esquina, tan gris que me pareció uniformada, había unos tipos durmiendo bajo unos cartones, y los cartones, para ellos, eran columnas dóricas revestidas de mármol de Carrara y pintadas de rosa pálido. Avancé despacio, como me pedía el abrigo que me hacía invisible ante todo, y continué calle abajo, ésto lo recuerdo porque no me costaba apenas avanzar, y si hubiera sido cuesta arriba, seguro que habría tenido menos tiempo en fijarme en lo que ví después y que se quedó grabado en mí como un tatuaje hecho en Miami. Allí, justo en el epicentro de mi radio ocular, observándome, ví a una figura grotesca, ovalada en cierto modo y alargada también, cointradictoria sin duda ya solo por la forma, pero intrigante y curiosa, casi mansa, que me miraba fijamente a través de unos globos sin vida, pero que se movían con rapidez (por el movimiento determiné que serían sus ojos, y que por tanto, al estar dirigidos hacia mí, me miraban). Mi sexto sentido me hizo desconfiar de su mansedumbre, el sexto sentido y también el pico, curvo, duro, brillante, nacarado y descarado, como si no le importara que le vieran entre tanta pluma. Inmediatamente después, me fijé en sus cejas, parecían pintadas con un rotulador, eso o una broma natural, ya que eran bastas comparado con todo lo demás, pero llamativas y curiosas. Me quedé paralizado y me pregunté qué haría semejante animal allí, en medio de la urbe, mostrando su plumaje en forma de abanico, como si no fuera consciente de que en aquella urbe había animales peligrosos de verdad y habían habitado monstruos y seres capaces de deborar con una sola pluma a todo el Mundo, y esto último no es metafórico. Pero el urogallo, iinconsciente, imprudente y pomposo, vino directo a mí y me saludó, dudando acerca de la cordialidad, lo cual yo tomé como muestra de respeto pero al mismo tiempo como falta de seguridad en sí mismo. Y para mi sorpresa, habló. Se dirigió a mí en un tono horroroso, nada cultivado, nasopulmonar, medio y sin apoyo alguno en el diafragma. Y fue mi sorpresa tan excelsa, tan sublime y tan inmensa, que decidí contestar amablemente, regalando un pellizco de emoción pero manteniendo la empatía apartada. -Hola urogallo- creo que dije, y traté de seguir calle abajo, pero el urogallo me sorprendió y en un movimiento rapidísimo se interpuso entre mi yo consciente y mi energía cósmica provocando un cortocircuito repentino que por un instante me hizo contemplar el abisal silencio de la mediocridad que acompaña a la falta de armonía del ser. Me repuse rápidamente y me pregunté cuál sería el motivo o la necesidad del animal, para así, tratar de actuar en consecuencia, y una súbita explicación surgió a modo de disculpa, que otra vez más fue lamentable y fuera de lugar pero que la espontaneidad enmascaró en simpatía. La acepté y seguí dispuesto a reemprender mi viaje, me moví con cautela y en alerta, despacio, como cuando tratas de despegarte de una sustancia viscosa y cuando al fin comencé a moverme vi que el urogallo hizo intención de seguirme y eso fue el colmo de la situación, sin preguntar trató de acompañarme, ante lo cual no dudé en invitarle a hacerlo inmediatamente después, como marcan las normas más básicas del protocolo, para que al llegar al siguiente emplazamiento no se sintiera incómodo. Jamás hubiera pretendido una rendición de semejante ser, pero lo que no podía era aceptar una afrenta en mi contra por desconsideración o descortesía. Así que comenzamos a andar en la misma dirección y así seguimos hasta que apenas seis segundos después su presencia me pareció incómoda e irritante. Acto seguido inicié una conversación absurda con intención de que encontráramos un punto en común que hiciera amena la travesía, o al menos enriquecedora. Pero tras varios intentos mi aura comenzó a palidecer y me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas, era un urogallo metropolitano, un ser pretencioso, fuera de su hábitat y que trataba de encontrar un camino definido, incapaz de reflexionar y mucho menos de ver más allá de su pico corto y vulgar.
Y así, poco a poco, fui desembarazándome del urogallo, tan rápido como pude, pero para mi desgracia esto no ocurrió hasta tiempo después, hasta que llegué a casa. Y allí me pregunté por qué el Universo había puesto un urogallo en medio de la urbe para que me acompañara, y me di cuenta de que la respuesta era sencilla. Mi felicitación de Navidad:
Queridos amigos:
Os deseo que paséis unas Felices Fiestas (Navidad, Hannuká o cualquier otra que os corresponda por creencia) y os deseo que el año que entra encontréis armonía, paz, coherencia entre vuestro obrar y vuestro ser, humildad, sinceridad, amor, conexión con el Universo y todas las cosas que son necesarias para alcanzar la Felicidad, algo que nunca podrá hacer el urogallo...
FAMILIA LOBOHEMEL Urogallo es un ave curiosa, grande y rara, ni gallo del todo, ni uro, esto último sería surrealista... Pero para reírse hay que saber lo que es un uro, y así se hace difícil hacer bromas... El caso es que el urogallo tiene una variedad novedosa, más evolucionada, que he descubierto recientemente en mis viajes telepáticos y que no es otra que el urogallo metropolitano. A este ejemplar habría que dedicarle capítulos enteros de Cuarto Milenio o de Más Allá... Ya imagino a mi querido Iker contando los avatares propios de los afortunados en haber vivido un encuentro con semejante ser, venido de no se sabe dónde... Afortunadamente yo me encuentro entre ellos, y voy a relataros cómo fue mi encuentro con la criatura...
Recuerdo que era un día triste, tanto que las farolas mostraban leves centelleos que a mí me parecieron lágrimas, hasta que mucho tiempo después descubrí a orillas del Duero, en una noche de julio, que el rocío no es sólo el nombre de un sarao religioso. Recuerdo también que cada sonido traía consigo un eco rebotado, entre opaco y frío, que hacía que los camiones de basura sonaran amables y cálidos. Olía a churros, así que debía de ser tarde, o pronto, según sea el sector en el que trabaje el lector (o la lectora), para mí tarde, sin duda. Recuerdo también que en una esquina, tan gris que me pareció uniformada, había unos tipos durmiendo bajo unos cartones, y los cartones, para ellos, eran columnas dóricas revestidas de mármol de Carrara y pintadas de rosa pálido. Avancé despacio, como me pedía el abrigo que me hacía invisible ante todo, y continué calle abajo, ésto lo recuerdo porque no me costaba apenas avanzar, y si hubiera sido cuesta arriba, seguro que habría tenido menos tiempo en fijarme en lo que ví después y que se quedó grabado en mí como un tatuaje hecho en Miami. Allí, justo en el epicentro de mi radio ocular, observándome, ví a una figura grotesca, ovalada en cierto modo y alargada también, cointradictoria sin duda ya solo por la forma, pero intrigante y curiosa, casi mansa, que me miraba fijamente a través de unos globos sin vida, pero que se movían con rapidez (por el movimiento determiné que serían sus ojos, y que por tanto, al estar dirigidos hacia mí, me miraban). Mi sexto sentido me hizo desconfiar de su mansedumbre, el sexto sentido y también el pico, curvo, duro, brillante, nacarado y descarado, como si no le importara que le vieran entre tanta pluma. Inmediatamente después, me fijé en sus cejas, parecían pintadas con un rotulador, eso o una broma natural, ya que eran bastas comparado con todo lo demás, pero llamativas y curiosas. Me quedé paralizado y me pregunté qué haría semejante animal allí, en medio de la urbe, mostrando su plumaje en forma de abanico, como si no fuera consciente de que en aquella urbe había animales peligrosos de verdad y habían habitado monstruos y seres capaces de deborar con una sola pluma a todo el Mundo, y esto último no es metafórico. Pero el urogallo, iinconsciente, imprudente y pomposo, vino directo a mí y me saludó, dudando acerca de la cordialidad, lo cual yo tomé como muestra de respeto pero al mismo tiempo como falta de seguridad en sí mismo. Y para mi sorpresa, habló. Se dirigió a mí en un tono horroroso, nada cultivado, nasopulmonar, medio y sin apoyo alguno en el diafragma. Y fue mi sorpresa tan excelsa, tan sublime y tan inmensa, que decidí contestar amablemente, regalando un pellizco de emoción pero manteniendo la empatía apartada. -Hola urogallo- creo que dije, y traté de seguir calle abajo, pero el urogallo me sorprendió y en un movimiento rapidísimo se interpuso entre mi yo consciente y mi energía cósmica provocando un cortocircuito repentino que por un instante me hizo contemplar el abisal silencio de la mediocridad que acompaña a la falta de armonía del ser. Me repuse rápidamente y me pregunté cuál sería el motivo o la necesidad del animal, para así, tratar de actuar en consecuencia, y una súbita explicación surgió a modo de disculpa, que otra vez más fue lamentable y fuera de lugar pero que la espontaneidad enmascaró en simpatía. La acepté y seguí dispuesto a reemprender mi viaje, me moví con cautela y en alerta, despacio, como cuando tratas de despegarte de una sustancia viscosa y cuando al fin comencé a moverme vi que el urogallo hizo intención de seguirme y eso fue el colmo de la situación, sin preguntar trató de acompañarme, ante lo cual no dudé en invitarle a hacerlo inmediatamente después, como marcan las normas más básicas del protocolo, para que al llegar al siguiente emplazamiento no se sintiera incómodo. Jamás hubiera pretendido una rendición de semejante ser, pero lo que no podía era aceptar una afrenta en mi contra por desconsideración o descortesía. Así que comenzamos a andar en la misma dirección y así seguimos hasta que apenas seis segundos después su presencia me pareció incómoda e irritante. Acto seguido inicié una conversación absurda con intención de que encontráramos un punto en común que hiciera amena la travesía, o al menos enriquecedora. Pero tras varios intentos mi aura comenzó a palidecer y me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas, era un urogallo metropolitano, un ser pretencioso, fuera de su hábitat y que trataba de encontrar un camino definido, incapaz de reflexionar y mucho menos de ver más allá de su pico corto y vulgar.
Y así, poco a poco, fui desembarazándome del urogallo, tan rápido como pude, pero para mi desgracia esto no ocurrió hasta tiempo después, hasta que llegué a casa. Y allí me pregunté por qué el Universo había puesto un urogallo en medio de la urbe para que me acompañara, y me di cuenta de que la respuesta era sencilla. Mi felicitación de Navidad:
Queridos amigos:
Os deseo que paséis unas Felices Fiestas (Navidad, Hannuká o cualquier otra que os corresponda por creencia) y os deseo que el año que entra encontréis armonía, paz, coherencia entre vuestro obrar y vuestro ser, humildad, sinceridad, amor, conexión con el Universo y todas las cosas que son necesarias para alcanzar la Felicidad, algo que nunca podrá hacer el urogallo...
FAMILIA LOBOHEM
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