martes, 17 de diciembre de 2013

Nada que decir...


El "decidor" o hablante crónico es ese que siempre que te ve repite las mismas frases, por ejemplo, el de "hombreeee..." o el archifamoso "¿que tal va lo tuyo?". Voy a explicarme, el decidor antes de la frase típico-tópica ya sabe lo siguiente que te va a decir, no importa que el asunto por el que te pregunte esté acabado, o que te vea mala cara, o que no sepa ni cómo se llama tu mujer, el decidor implacable, te soltará lo que había venido a decir, lo que había urdido en su mente de decidor cuando se imaginaba a sí mismo orando en el parlamento Romano ante un tú mismo boquiabierto y esclavizado por su portentoso don. Especialistas en esto último suelen ser los tios y tías (hermanos de padres y madres) que por haberte visto de pequeño jugando a la pelota asumen como suyo el poder de juzgar incluso antes de la pregunta en sí. Y si es un superdecidor (de éstos quedan pocos) habrá buscado una cita para darle más rimbonbancia al eco del consejo inútil. 
Los superdecidores son esos que urden las megafrases en su cama por las noches y que contraen los dedos de los pies con fuerza cuando se imaginan diciéndolas. Y los decidores, sin embargo, simplemente sonríen en la oscuridad bobaliconamente escuchando su propia voz en su cabeza. Pero curiosamente ni los decidores, ni mucho menos los superdecidores son sofistas, ya que suelen ser más bien repetidores, memoristas y poco o nada creativos, ni con la palabara. Ni tampoco son salomónicos o sentenciosos, ya que su juicio casi nunca tiene que ver con el caso. Existe además un caso muy gracioso de decidor, "el decidor con razón" que es ese que antes de dirigirse a ti ha cotejado su frase diciéndosela a más personas, y que después de hacerlo añade un "y se lo dije a la gente" a su afán decidorístico, como si eso le diera algún sentido a su argumento, pero de éste hablaré otro día...
El otro día vino a verme un superdecidor, y no entendí nada de lo que me quería decir, ni siquiera sé si estaba a favor o en contra de lo que yo estaba proponiéndole, pero el caso es que el superdecidor me respondió (cita incluida) algo que no tenía sentido alguno, para poco después decirme todo lo contrario, yo le contemplé y me entristecí, sí, me entristecí, quise contestar, inicié el argumento, pero me quedé solo, y me dí cuenta de que daba igual lo que le dijera...
Así que prefiero a los quedan en silencio y te escuchan, o a los que te cuentan lo que hicieron ayer o la anécdota del domingo anterior o del bautizo del niño, a esos prefiero yo. Sobre todo porque saben que a veces no hay nada que decir...

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