martes, 17 de diciembre de 2013

Editando la secuencia 26

Transformo mis sentidos al ritmo que marca el legendario diapasón de la emoción compartida. Me digo a mí mismo cosas lógicas para tratar de detener un instante la magia que me envuelve y casi me disculpo por ello, casi. No hay rabia, no hay rencor, no hay ira ni miedo, sólo sonrisa, sólo yo con mis recuerdos... Y es que veo que en general hay miedo a la sinceridad, y a la coherencia... Abruma el éxito de la consecución casi tanto como la culpabilidad del sueño previo, pero no puedo dejar de proponeros, de invitaros a soñar... Honestidad... Soy honesto cuando digo que quieres saber más de lo que sabes y que pasas demasiado tiempo llamando perfección a la inseguridad, soy sincero cuando digo que buscas el aplauso de la señorita seguridad, sí, esa que te hará seguir vagueando y buscando excusas para mamonear y fingir que hay glamour en perder el tiempo; soy coherente porque no tengo miedo a vivir como pienso, pero lo que ya no soy es permisivo. Más allá de eso te diré que no me importa, que esta vez no, que no hay hueco para el lastre en el divino viaje de la vida, y ya de paso, te recordaré que debes elegir entre el lastre que te acecha y tu sentimentalismo infantil que con el paso de los años ha encontrado en la comodidad su excusa. Y aunque deba decírtelo durante un par de años no aguantaré el ¿y ahora qué?, transcurridos éstos, de un histérico emocional, porque entonces no habrás comprendido nada y me harás perder el tiempo. Quizás ya sea tarde para ti, quizás... Pero me preocupa más que no lo sea y que te niegues, eso sí que redunda en la sensación de incomodidad al enfrentarme a la dialéctica pseudocultivada y absolutamente desvirtuada a la que llamas conocimiento. Pero eso sí, conforme a mis actos te diré que nací hace tiempo y tú aún balbuceas, así que expresaré con pausa que no eres rival, al tiempo que me desnudaré ante aquel que por alusión pretenda crecer a costa de ser mi contrincante. Eso de creerse al nivel de los demás, ya sea uno superior o inferior, es peligroso, porque aflora la timidez, ya sea en un sentido o en otro, y la timidez generalmente deviene en estupidez. Pero no nos andemos por las ramas, controlemos a nuestro yo y aquel que goce de la capacidad de leer más allá de sí mismo que opine. Y aquel que por el contrario, necesite regodearse en la nada, en la falacia de la oscuridad que provoca la falta de genialidad que rabie, que moleste y que juegue a ser otro. Aunque esto último quizás no lo entienda aquel, pero volviendo a éste, y aún siendo la misma persona, que no por ello debe ofenderse y aunque no deba yo decir (vive Dios que no soy quien) lo que debe o no debe hacer y mucho menos ensuciar, redundaré una vez más en la satisfacción de la palabra escrita y te dedicaré este escueto escrito excaso y esquemático para que exteriorices, exclames y si tienes tiempo excaves en lo más recóndito de tu cotidiano quehacer para poder al fin reconocer que no se trata de prosa o verso sino de ser o no ser.

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